Des de hace un tiempo vengo meditando algo que se
presenta como habitual en mi día a día. La negación de vivir las emociones en
diferentes ámbitos de la vida obstaculizando la capacidad y necesidad de experimentarlas.
En procesos como el parto, en el ámbito de la salud
mental, la discapacidad o en la educación no hay opción a elegir. El dolor, el
llanto, la tristeza o sus antónimos son aniquilados y reprimidos.
En el parto, la mujer que decide no utilizar los métodos anestésicos
des de un principio es enviada a un submundo de locos donde se le asigna el
gusto por el dolor gratuito. Se atisba delante de nosotros la demoníaca loca
que prefiere padecimiento a indolencia. Se presenta aquella mujer que pretende
poner en tela de juicio años de investigaciones e inversiones médicas. Pero la reflexión
no va mas allá, se queda solo en la pura simplicidad de la oscilación entre la
preferencia por el dolor o por la inoperancia.
Es un claro ejemplo de la desconexión de lo humano en lo
humano, donde pararse a vivir es la negación de una sociedad rápida, inmediata
e indolora. Por eso hay mujeres que prefieren intentar un parto sin anestésicos,
para experimentar ese suceso tan mágico y especial como es el nacimiento de una
hija/hijo. De hecho, somos el único mamífero que utiliza sedantes por doquier para tener descendencia. Y como muchas cosas
de la vida, ese proceso necesita de tiempo, respeto y esfuerzo. Y un querer
integrarse de nuevo con lo natural con la intención de reconectarse en lo
personal.
En el campo de la salud mental también se vislumbra una
negación efervescente de las emociones. El duelo, la ansiedad transitoria, la
tristeza o el llanto son parte de nuestras vidas. Somos seres vivos, activos y emocionales
por lo tanto experimentamos diferentes estados a lo largo de nuestras vidas. ¿Y
cómo se tratan estas sintomatologías des de las ciencias más puras y sus instituciones?
Como síntomas de algo incorrecto, de algo que hay que eliminar lo más rápido posible.
Da miedo, pánico, terror y pavura saber que podemos padecer. Pero entiendo que
somos vulnerables y eso nos hace personas, nos acerca más al orto y a sus
circunstancias. En el momento en que esos estados se reprimen de nuevo con
medicación y con estigma, se nos aleja de lo más genuino que tenemos: nuestra idiosincrasia
como seres culturales.
Entre otras cosas estos hechos responden a una sociedad
camuflada de superhéroes y superheroínas que pueden con todo y contra todo. El aumento
de la medicalización psiquiátrica demuestra como todo malestar es tratado des
de la simplicidad sintomatológica dando lugar a la evasión de lo que nos
interfiere, de aquello que nos duele.
En el ámbito de la discapacidad, igual que en la salud
mental, ocurre exactamente lo mismo. Ocultamos a los sujetos bajo paradigmas
psicoeducativos (añadiendo también la parte farmacológica claro está) que
reduce a estas personas a sujetos pasivos e inactivos. El mero hecho de una
exaltación emocional es corregido mediante pautas conductistas que reconducen a
la persona al estado hegemónico de tranquilidad y bondad. No se deja llorar, gritar o reír más allá de lo
permitido. Sin darnos cuenta (o si) estamos perpetuando las dinámicas y lógicas
de la sociedad indolora e inhumana, donde las personas ya no pueden ser
personas, sino que tienen que ser elementos fríos e insensibles. O como mucho
se da el margen de libertad para expresarse, pero marcando los límites que lo
cultural, social, político y médico han establecido como periodo normalizador
de las emociones. Es decir, puedes reír,
llorar, estar triste o lo que sea pero solo el tiempo máximo establecido. Fuera
de esa temporalidad hay que tratar, rehabilitar, modificar y en consecuencia
intervenir. Sinceramente, me parece dramático.
Siguiendo con esta línea la educación es la analogía de
la sociedad del no dolor. En los colegios, a los niños y niñas ya se les educa
en esa inexpresión. ¿Cuántas veces habéis oído las frases: no llores que los
niños mayores no lloran o relájate que estas muy contento? Frases lapidarias
que entrenan a los niños y niñas a ser personas mayores inexpresivas. Frases que
hacen mucho daño a lo humano y a lo colectivo. Des de pequeños estamos amaestrados
para persistir en esta sociedad que nos aleja de lo humano.
Ahora, des de lo que a mí me
ocupa, me pregunto ¿cómo des de la educación social podemos deconstruir y/o
reconstruir otras formas de alteridad y de expresión para y con el otro?
Nuestro papel no es fácil,
trabajamos con aquello intangible (sensaciones, percepciones, conceptos, etc.)
en un espacio/tiempo que muchas veces no controlamos. Por eso nuestras acciones
se ubican en la incertidumbre, y es allí donde entiendo que deberíamos desenvolvernos.
Trabajando con aquello que los sujetos nos comentan, nos dicen o no nos dicen y
con aquello que nos confían. Las personas que mayoritariamente atendemos, en
esta sociedad del no dolor, nos regalan y nos permiten sus sentimientos de
padecimiento. Es toda una suerte poder ofrecer estos espacios y que nos
respondan con esa gratitud. Por eso creo que la educación social debe ofrecer territorios
de pausa, de seguridad, de no control donde los sujetos puedan liberarse de esa
presión que nos impide mostrarnos tal como nos sentimos. Así, quizás en esa vacilación
que nos rodea podremos entrever a personas con sentimientos, opiniones y
derechos. Y sobre todo, con voz propia para poder expresarlos.
Com diu Thích Nhất Hạnh, "No mud, no lotus". És a dir, 'sense fang no hi ha flor de lotus'. Una analogia preciosa que ens explica que la flor més maca del món (amor) necessita de la brutícia (patiment) per crèixer.
ResponEliminaGràcies per la teva aportació Francesc! Sempre són sàvies les teves paraules.
ResponEliminaParir es renacer y es un proceso en el que la madre debe acompañar a su bebé en ese viaje primero de vida...y todos los viajes vitales desencadenan dolor y pasiòn a partes iguales. Dejar solos, en su primera percepciòn extrauterina , a nuestros hijos e hijas, no dice gran cosa sobre los seres humanos como sociedad "desarrollada.
ResponEliminaGran mensaje y sabias palabras, gracias Ferran!
Gracias a ti Ekhiñe! Un placer leer tu aportacion.
ResponEliminaL'autor ha eliminat aquest comentari.
ResponEliminaEs la sociedad del no-dolor, del no-esfuerzo, de la no-disciplina..., es la sociedad de la negación de todo lo que pueda ser molesto o inconveniente. ¿Resultado? Una desnaturalización progresiva de la persona que acaba como acaba, mal.
ResponEliminagracias por tu aportación Milano. Creo que nos estamos alejando de nuestra parte más natural y animal, cosa que nos lleva a situaciones dramáticas. Pero pienso que hay posibilidades si cada uno de nosotros vamos aportando nuestro cambio personal a lo colectivo.
ResponEliminaFernando, muy de acuerdo con esto que describes, creo que si todos somos un poco mas conscientes podríamos lograr acercanos mas a esto que nos hace mas humanos, el problema es que nos dejamos llevar por la costumbre , por lo que todos hacen y es terrible.
ResponEliminaGracias Luisa por tu comentario.
Eliminaun saludo