Corren tiempos difíciles para el pensamiento humano. Para la libertad de
elección, para la capacidad de razonar. El pensamiento crítico se diluye en una
sociedad liquida que lo impregna todo de inmediatez y de facilidades
comerciales.
Intentando comprender el pensamiento, observo que todas mis reflexiones, y
en consecuencia mis acciones, vienen determinadas por unos elementos delimitados.
Cada idea que pienso es producto de mis experiencias, mis lecturas, mis
conocimientos, de mi entorno, en definitiva de todo lo que compone mi
identidad. A este concepto, ahora se le llama bio-psico-social. Todo lo que
compone mi ser (a nivel biológico, psicológico y social) tiene influencia sobre
mis actos, mis pensamientos y mi persona. Y esta identidad es personal e intransferible,
es única. Cada uno de nosotros tiene una y es diferente a las demás. Me gusta
pensar que cada ser humano es un gran enigma y un ser especial. Que cada uno de
nosotros tenemos particularidades que nos diferencian y a la misma vez nos
determinan. Así todas nuestras conductas y pensamientos serán determinadas según
nuestras experiencias vitales, tanto físicas, como biológicas, psíquicas o
sociales.
Con todo esto entiendo que cada ser humano puede elaborar una opinión distinta
sobre una temática en concreto. Ahora bien, analizando el funcionamiento de
nuestra democracia observo que en demasiados casos es difícil hacer prevaler
esta opinión personal y podríamos llegar a pensar en algo paradójico. Viendo la
gran cantidad de diputados que llenan el parlamento o el senado, según la explicación anterior, alcanzaríamos la idea de que cada uno de ellos puede
elaborar su propio pensamiento, según su trayectoria vital. Pues seguramente lo
hacen en sus casas, pero en donde se deciden y se discuten las leyes que
afectan a toda la población es evidente que no. Todos los miembros de un
partido se ven obligados a votar lo que el partido haya decidido,
independientemente de lo que piense cada uno. En caso contrario son castigados con
una multa económica y en una cuestión extrema pueden llegar a ser expulsados
del partido.
Quería reflejar la evidencia de la magnífica ley que nos ha impuesto
nuestro gran amigo de la pedagogía Jose Ignacio Wert. Una ley en que todos sus
colegas de partido han votado a favor. Pero pondría la mano en el fuego en que a
más de uno, se le paso por la mente la aberración humana y pedagógica en la que
estaban participando. Alguien con un minúsculo criterio educativo y con una
vaga idea de lo que es la educación, en ese momento se le pasaría por la mente
la gran injusticita que significa esta ley. Una ley que etiquetará a todos los “malos
estudiantes” determinándolos a un fracaso absoluto. Una ley que discrimina y
niega cualquier acto educativo posible. Una ley que no deja espacio a las
partes más vitales de la educación, como es la imaginación, la improvisación,
los intereses reales de los/las estudiantes, los sentimientos, el acompañar (y
no moldear) a las personas en el proceso de crecimiento. Una ley que crea
espacios aún más autoritarios y disciplinados.
En fin, mis ideas basadas en la pedagogía libre es evidente que están muy
lejos de cualquier reforma educativa. Pero siento que nos estamos alejando, que
estamos destruyendo y que estamos negando la posibilidad de crear espacios
libres de ideologías en donde los niños y niñas disfruten compartiendo su vida
con los demás. Me da miedo que estemos en un punto de no retorno. Me gustaría mandar
muchos ánimos y abrazos a todos aquellos y aquellas que siguen trabajando en
proyectos de educación libre, a todos los que intentamos cambiar el mundo a
través de la educación y sobre todo, a todos y todas las que promocionan el
pensamiento crítico.