Hace tiempo que vengo pensando en este tema y entiendo que como colectivo, la educación social aun no lo tenemos resuelto (como muchos otros).
Según http://etimologias.dechile.net/
la palabra usuario viene del latín usuarius
(vinculado a un uso de algo) formado con el sufijo -arius sobre el vocablo usus
(uso) y este nombre derivado del participio del verbo uti (tener trato con una persona)
Es decir que nos refriere a que usamos algo y en nuestra materia
casi siempre es un servicio relacionado con el trato con personas. Visto así,
esta palabra no debería tener más connotación que la configuración de esa
relación entre alguien que usa un servicio y alguien que lo ofrece.
Pero como sabemos muy bien, en la educación social y en
el campo antropológico, nada es tan
sencillo como parece.
Pero en la educación social esto no debería ser así porque nuestra figura no puede someterse a los funcionamientos macabros de la producción y el consumo. Porque entonces pasamos a ser meros aparatos del transporte social, llevando a personas de un lugar (físico o simbólico) a otro. Sin importar el contenido, ni las formas ni los contextos. Dejando de lado aquello que hace distinta a nuestra profesión, que es la forma en que construimos la relación con el otro.
Por otro lado, también creo que deberíamos empezar a reflexionar sobre aquello que tanto nos gusta hablar; de la desinstitucionalización. La educación social hasta ahora como norma general emerge en contextos institucionalizados. Es decir, en espacios con unas normas de acceso, de funcionamiento y de huida muy claras y sometidas a unas estructuras visibles e invisibles. Esto nos proporciona seguridad y tranquilidad porque nos permite desenvolvernos sabiendo que tenemos un marco institucional que nos protege. Nos revela el camino y de esta manera es más fácil y asumible hacer el viaje. En este marco la palabra usuario tiene mucho sentido.
Pero lo verdaderamente arduo es salirse del recorrido y
caminar por terrenos desconocidos, excluidos y desechados donde no sabemos qué
puede pasar y ni tan siquiera saber a dónde vamos a llegar. Eso no es tan
reconfortante ni tan seguro. Pero creo que sería en este contexto donde una
persona no podría ser “usuaria” de nada, porque el intercambio de saberes se daría
en un escenario de igualdad y correlación entre los sujetos. Allí podría darse
una educación social fuera de la institución creando relaciones verdaderamente
igualitarias y el acompañamiento social germinaría con todo su potencial.
Pero todo esto no hace que abrirme más preguntas que dan
vueltas en mi imaginario. ¿Podemos intervenir des de una posición ética en
instituciones cerradas? ¿Podemos dejar de hablar de usuarios en los servicios
de atención a las personas?
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