El modelo biopsicosocial fue propuesto por Engel y supuso un golpe duro para la academia biomédica en tanto que mostró como el sufrimiento y la enfermedad están intervenidos por múltiples factores de la estructura humana, que van desde lo molecular hasta lo social.
Si analizamos este modelo,
que fue presentado en los años setenta, vemos como su evolución ha abierto
puertas que habitaban obstruidas y encalladas desde hacía mucho tiempo por
fuertes corrientes médicas reduccionistas en su interpretación de la salud.
Y desde el campo social,
debemos reconocer ese esfuerzo por dar lugar a “lo social”. Porque siempre ha existido aunque observado
como una reducción periférica que aporta un conocimiento secundario y a veces
irrelevante. Pero mi intención es hacer una lectura, para ver que incluso en el
modelo biopsicosocial, lo social queda en último lugar. Primero lo biomédico,
segundo lo psicológico y tercero lo social.
Podría parecer sólo una casualidad
gramatical, pero sería muy extraño entendiendo que para elaborar su paradigma Engel
se basó en la Teoría General de los Sistemas, donde el orden es un factor
importante para interpretar los datos que nos muestran los sistemas. Así, vemos otra vez como se menosprecia lo
social, aunque por primera vez se le nombre y se le dé un lugar en la definición
del sufrimiento y la enfermedad.
A diferencia de lo
biomédico, lo social es impredecible, es dinámico, es volátil y por lo tanto difícil
de cuantificar. Por esto está en la última posición. Porque no responde a los criterios
positivistas del modelo biologicista, donde la correlación de causa – efecto es
el dogma que impera. Lo social es más
complejo, porque interactúan demasiadas variables que pueden alterar el
resultado de una misma situación. Y además, nos muestra las consecuencias
visibles de sistemas (políticos, económicos, sociales, etc) que dañan a la humanidad
y que la hacen enfermar. Así, es más fácil aceptar que el ser humano padece solo
por culpa de virus, genes y moléculas erróneas y neurotransmisores que no
funcionan que no por sistemas que asfixian, extenúan y discriminan.
Incorporar lo social en la
mirada de la salud tiene que ver con analizar y observar como factores comunitarios
y sociales interfirieren en su bienestar. Es decir que tenemos que dar el lugar
a las causas sociales y familiares en esta compresión, porque las redes de
apoyo en la comunidad, las situaciones familiares, laborales, económicas,
habitacionales, etc. afectan gravemente a las situaciones de salud.
Y si vamos más allá, ¿dónde
queda lo espiritual? No se le da lugar en ningún momento. Si lo social es visto
a veces como algo imposible de comparar con la ciencia pura de la medicina clásica,
lo espiritual aún lo trasladan más lejos, a lugares de chamanismo y brujería donde
lo único que reina en esos parajes es la fe.
Creo que deberíamos replantearnos,
si esto que estamos tan acostumbrados ahora de ver como los proyectos y las
entidades incorporan la mirada biopsicosocial, realmente han hecho ese movimiento
en el alma de los servicios y los profesionales, para entender la complejidad
del ser humano y ofrecer territorios y escenarios donde (auto)comprender la
salud como una cuestión ampliamente holística. Y eso se puede concebir facilitando
el lugar legítimo que corresponde a las personas que atiende el mundo social,
el lugar de pertenencia en el mundo y en todos los sistemas que habitamos. Un
lugar de decisión sobre nuestras vidas, de respeto por las decisiones y
opiniones y sobretodo de reconocimiento subjetivo.
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