Aquest text és extret del Llibre de Claudio
Naranjo, Cambiar la educación para cambiar el mundo, pag 128. M’ha
semblat d’especial interès per la gran descripció simbòlica que ens presenta d’una
societat submarina. En el text es pot observar una gran comparació amb la
nostra societat i en la que descriu George Orwell en el llibre 1984.
El subcomandante Marcos escribió:
-Si los tiburones fueran
hombres- preguntó al señor K. la hija pequeña de su patrona-, ¿se portarían
mejor con los pececitos?
-Claro que sí, respondió el
señor K. Si los tiburones fueran hombres , harían construir en el mar cajas
enormes para los pececitos, con toda clase de alimentos en su interior, tanto
plantas como materias animales. Se preocuparían de que las cajas tuvieran
siempre agua fresca y adoptarían todo tipo de medidas sanitarias. Si, por
ejemplo, un pececito se lastimase una aleta, enseguida se la vendarían de modo
que el pececito no se les muriera prematuramente a los tiburones. Para que los
pececitos no se pusieran tristes habría, de cuando en cuando, grandes fiestas
acuáticas, pues los pececitos alegres tienen mejor sabor que tristes. También habría
escuelas en el interior de las cajas. En esas escuelas se enseñaría a los
pececitos a entrar en las fauces de los tiburones. Estos necesitarían tener
nociones de geografía para mejor localizar a los grandes tiburones, que andan
por ahí holgazaneando. Lo principal sería naturalmente, la formación moral de
los pececitos. Se les enseñaría que no hay nada más grande ni más hermoso para
un pececito que sacrificarse con alegría; también se les enseñaría a tener fe
en los tiburones, y a creerles cuando les dijesen que ellos ya se ocupan de
forjarles un hermoso porvenir. Se les darían a entender ese porvenir que se les
auguraba solo estaría asegurado si aprendieran a obedecer. Los pececillos deberían
guardarse bien de las bajas pasiones, así como de cualquier inclinación
materialista, egoísta o marxista. Si algún pececillo mostrase semejantes
tendencias, sus compañeros deberían comunicarlo inmediatamente a los tiburones.
Si los tiburones fueran hombres, se harían naturalmente la guerra entre si para
conquistar cajas y pececillos ajenos. Además, cada tiburón obligaría a sus
propios pececillos a combatir en esas guerras. Cada tiburón enseñaría a sus
pececillos que entre ellos y los pececillos de otros tiburones existe una
enorme diferencia. Si bien todos los pececillos son mudos, proclamarían, lo
cierto es que callan en idiomas muy distintos y por eso jamás logran
entenderse. A cada pececillo que matasen en una guerra a un par de pececillos
enemigos, de esos que callan en otro idioma, se les concedería una medalla y se
les otorgaría además el título de héroes. Si los tiburones fueran hombres,
tendrían también su arte. Habría hermosos cuadros en los que se representarían
los dientes de los tiburones en colores maravillosos, y sus fauces como puros
jardines de recreo en los que da gusto retozar. Los teatros del fondo del mar mostrarían
a heroicos pececillos entrando entusiasmados en las fauces de los tiburones, y
la música sería tan bella que, a sus honores, arrullados por los pensamientos
más deliciosos, como en un ensueño, los pececillos se precipitarían en tropel,
precedidos por la banda, dentro de esas fauces; habría así mismo una religión,
si los tiburones fueran hombres.
Esa religión enseñaría que la
verdadera vida comienza para los pececillos en el estómago de los tiburones. Además,
si los tiburones fueran hombres, los pececillos dejarían de ser todos iguales
como lo son ahora.
Algunos ocuparían ciertos
cargos, lo que los colocaría por encima de los demás. A aquellos pececillos que
fueran un poco más grandes se les permitiría incluso tragarse a los más
pequeños. Los tiburones verían esta práctica con agrado, pues loes proporcionaría
mayores bocados. Los pececillos gordos, que serían los que ocupasen ciertos
puestos, se encargarían de mantener el orden entro los demás pececillos, y se harían
maestros u oficiales, ingenieros especializados en la construcción de cajas,
etc. En una palabra: si los tiburones
fueran hombres habría por fin en el mar una cultura.
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